Dra. Mª Concepción Ortiz Domingo
(Inspirado en Pacientes y Equipos PLANTA SEGUNDA)
Algún día puede que consigamos lo que andábamos soñando y se refleje en la mirada. O tal vez no… Puede que quizás consigamos algo mucho más grande que eso, pero juntos, así que MÍRAME…
– “Mami, son las 8; corre, deja todo que ya oigo los aplausos”. Fuerza, unidad en el sentir de todos e ilusión aquellos primeros días. Arco iris y dibujos, ojos desde la ventana sonriendo a los conocidos en una sensación de responsabilidad común. Casas vividas y en muchos casos por fin, habitadas por tiempo de calidad compartido en familia. Y tímidas miradas con vecinos que, a fuerza de no coincidir por horarios ni sabías vivían en el octavo.
Las miradas…
– «Doctora, María está desaturando, no me gusta, ha empezado con una tos que no tenía ayer y no ha broncoaspirado, no, que estaba a dieta absoluta”. Por encima de la mascarilla, la mirada expectante y a través de las gafas protectoras, los ojos claros se dilatan con preocupación… Será…??
Las miradas…
Y a fuerza de miradas, protagonistas tras las mascarillas, y muchas veces sostenidos en gran medida por nuestra vocación, muchos sanitarios hemos vivido 60 días la dicotomía de dos mundos bien diferenciados y mantenidos en compartimentos estanco, por miedo a contagiar a los nuestros, por miedo a ser fómites para nuestros pacientes… miradas con miedo, impensables en una era tecnológica en la que se ha dejado de mirar a los ojos. Parafraseando a Paulo Coelho, “Podemos tener todos los medios de comunicación del mundo, pero nada, absolutamente nada sustituye la mirada del ser humano”.
Y a fuerza de miradas, me pareció ver que los ojos de la Planta Segunda, poco antes claros y al frente, llenos de promesas e intenciones ante las propuestas de cambios y adaptaciones, se tornaban de lado, con miradas temerosas y sobre todo interrogantes. Me pareció verlos pasar por cinco etapas, conformando en esencia, una analogía de modelo de Kübler–Ross: la fase de negación se pareció mucho a la inicial incredulidad: Miradas esquivas, inquietas, algunas más fáciles de interpretar por la expresión facial aún sin mascarilla, obedientes ante las indicaciones iniciales de Protección, expectantes unas, retadoras otras ante las constantes modificaciones necesarias, pues lo desconocido obliga a adaptar rápidamente los criterios… Y a pesar de todo, miradas de determinación por seguir dando lo mejor a nuestros pacientes. La fase de ira tiñó las miradas del mismo color que debe tornarse la de un torero al recibir al animal a puerta gayola o la del soldado de trinchera, que a pesar de saber que está en guerra, no es realmente consciente de lo que enfrenta. Y el toro llegó a la arena y la revolvió. El enemigo traspasó el muro de contención sutilmente, poco a poco, pero ya inexorable.
Y las miradas dolieron. Y enfermaron… Y a pesar de todo, miradas de determinación por seguir dando lo mejor a nuestros pacientes. Y reaccionaron. Y pasaron a la siguiente fase mirando de nuevo al frente por un objetivo común, cerrando filas más allá del número de Planta. Y la mirada fue una. En esta fase de negociación y a medida que se iba organizando la ofensiva, vi miradas preocupadas pero también agradecidas, miradas de “tengo miedo pero me siento más protegido”, miradas de “sigo aquí”… Y, a pesar de todo, miradas de determinación por seguir dando lo mejor a nuestros pacientes. La fase de depresión tuvo más que ver con esas miradas, con ojos de enfermos aislados tras el muro que fue preciso reconstruir para fortalecer la defensa. Y nos miraron. Y los miramos. Y vimos su experiencia y su necesidad de consuelo. Y vieron la cercanía y lo que mejor sabemos hacer en esta familia hospitalaria: ante todo cuidar. Y pensaron: “No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices (Mario Benedetti)”. Y pensamos: “Hay un camino entre los ojos y el corazón que no pasa por el intelecto (G.K. Chesterson)”.
Cómo me gustan las Miradas…
Y a fuerza de miradas en estos días tan raros y de cambios tan acelerados, en esta fase de aceptación, hemos aprendido cosas que ni siquiera soñamos conocer. Mirando a los pacientes y presentes en sus momentos más vulnerables, magnificados como si de un “Gran Hermano” se tratara por el aislamiento emocional y la obligada ausencia de contacto familiar, redescubrimos y reforzamos que nuestra razón y vocación es la persona enferma en todas sus dimensiones (Hospitalidad) y que somos depositarios de la salud del paciente en el sentido más íntimo del ser. Estar ahí en ese momento, conlleva una gran responsabilidad: responder a su confianza con todo respeto y dar respuesta a sus necesidades con la calidad de siempre y más.
Y mirando al paciente, también nos hemos mirado a nosotros mismos, como equipo y cada uno para sí. El mayor reto: enfrentarnos sin filtro, con los propios conocimientos y experiencia, a un enemigo implacable, que no solo provoca un cada vez menos desconocido daño orgánico, sino que enmaraña desde las entrañas todas las esferas del ser, sobre todo su espiritualidad y pone a prueba de forma integral (qué ironía), la fuerza y capacidad de adaptación de todos, la esencia de nuestro carisma juandediano.
Y a fuerza de miradas, hemos crecido por dentro. Me siento orgullosa de formar parte de un todo que ha sido capaz de comprender que soluciones individuales no sirven ante un enemigo común, que en la arena si nos protegemos juntos, nos salvamos cada uno también.
Gracias a todos y cada uno, por mirar… y ver!
Dra. Mª Concepción Ortiz Domingo
Coordinadora Geriatría Planta Segunda